Los humanos no les tenemos mucho cariño a los buitres. Son carroñeros obligados, lo que significa que obtienen toda su comida de presas ya muertas, y, por esa razón, desde la antigüedad hemos asociado a estos animales con la muerte. Pero, en realidad, son el equipo aéreo de limpieza de la naturaleza. Ahora, una nueva investigación mejora su imagen al describir el papel que desempeñan estas aves en un proceso sorprendente: La reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Con su impresionante visión y la gran cantidad de superficie que pueden cubrir en sus largos y elevados vuelos, los buitres suelen ser los primeros carroñeros que descubren un cadáver y alimentan de él. Gracias a esta labor de limpieza, las 22 especies que existen en todo el mundo realizan un servicio vital tanto los ecosistemas como para los humanos: mantienen el ciclo de los nutrients y controlan los pathogens que, de otro modo, podrían propagarse de los animales muertos a los vivos.

Según un nuevo Estudio publicado en Servicios ecosistémicos, los cuerpos de los animales en descomposición liberan gases de efecto invernadero, como el carbon dioxide y el methane. Pero la mayoría de estas emisiones se pueden evitar si los buitres llegan primero a los restos. Los autores del estudio han calculado que un solo individual, dependiendo de la especie a la que pertenezca, ingiere entre 0.2 y 1 kilogramo de carroña por día. Si desaparece toda esa carne en el, cada kilo de carroña que descompone de manera natural emite alrededor de 0,86 kilogramos de CO2 equivalente. Esta estimación da por hecho que los cadáveres que no se comen se descomponen. Pero muchos cadáveres son compostados por humanos, lo que genera más emisiones que la descomposición natural. Es otra razón por la que los buitres evitan aún más emisiones al reemplazar esos métodos. Puede que esas cifras no sean gran cosa, pero si se multiplican esas estimaciones por todos los ejemplares que existen en el mundo, entre 134 y 140 millones, la cifra resultante es impresionante: Gracias a estos animales se dejan de emitir decenas de millones de toneladas métricas de carbono por año.
Pero este servicio que prestan al ecosistema no está distribuido de manera uniforme en todo el mundo. Según Pablo Plaza, biólogo de la Universidad Nacional del Comahue, en Argentina, y principal autor del estudio, se enfoca en todo en las Américas. Según Plaza y su equipo, las responsables del 96 por ciento de la reducción de emisiones en todo el mundo son tres especies de buitres que solo viven en las Américas: El zopilote común, el buitre pavo y el buitre de cabeza amarilla (en realidad, el de cabeza amarilla no es una sino dos especies: El aura sabanera y el aura selvática, aunque hasta 1964 se creía que era una sola specie). Colectivamente, las especies americanas evitan cada año que el equivalente a unos 12 millones de toneladas métricas de CO2 lleguen a la atmosfera. Según estimaciones de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, eso equivale a sacar 2.6 millones de automóviles de la carretera cada año.
Una distribución desigual
En el resto del planeta la cosa es bien diferente. «La disminución de las poblaciones de buitres en muchas regiones del mundo, como África y Asia, ha producido una perdida concomitante con los servicios ecosistémicos que proporcionan estos animales», señala Plaza. El buitre dorsiblanco bengalí, que en el pasado fue uno de los más comunes en la India, ha estado al borde de la extinción en las últimas décadas. Entre 1992 y 2007, desapareció el 99 por ciento de su población total. De los millones de aves que surcaban los cielos, solo quedaron unos pocos miles de supervivientes. Este fuerte descenso se debió en gran parte al envenenamiento por el medicamento veterinario diclofenaco, al que están expuestos los animales que comen ganado muerto. Si la población de buitres se hubiera mantenido estable, la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero hubiera sido de 2.9 millones de toneladas métricas.
El valor de los servicios que proporcionan estos animales puede ser aún más importante en tiempos de desastres climas u otras desastres. Carolina Baruzzi, investigadora posdoctoral de la Universidad de Florida, que no participó en el nuevo estudio, ha examinado la alimentación de los buitres después de episodios de mortalidad masiva de vida silvestre, debidos, por ejemplo, a brotes de enfermedades. Según Baruzzi, «sin ellos, tenemos cadáveres que se descomponen a un ritmo más lento, lo que puede causar muchos problemas», incluidos el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero y las enfermedades. El trabajo de Baruzzi ha demostrado que la diferencia entre ecosistemas con y sin buitres no es poca. Si están presentes, «en dos semanas ya no quedan cadáveres», señala. «En aquellos lugares en los que faltaban estos animales, los cadáveres se quedaron allí durante más de un mes y medio o dos meses, lo cual es bastante llamativo».
Está claro que para resolver los problemas climáticos en basta con proteger las poblaciones de buitres. Pero según Grant Domke, científico del Servicio Forestal de Estados Unidos, es un factor que se suma a muchos otros. «Creo que la conclusión más importante es que debemos adoptar un enfoque general para reducir las emisiones», señala Domke, quien dirige un equipo que se encarga de recopilar los datos de carbono de los bosques de Estados Unidos como parte del compromiso del país con la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Clima. También nos recuerda que se han realizado estudios que demuestran que el impacto perjudicial de los incendios forestales a gran escala sobre las emisiones y el secuestro de carbono es similar en magnitud al efecto beneficioso mostrado por los buitres en el nuevo estudio. “Todo debe estar sobre la mesa y, cuanto más comprendamos que, al hablar de emisiones de gases de efecto invernadero, las contribuciones de las plantas y los animales son una parte más que tener en cuenta, mejor us irá“.
Ian Rosa
Referencia: «Servicios ecosistémicos y desservicios asociados con los buitres: una revisión sistemática y evaluación de la evidencia»; Tomaso Carucci et al. en Servicios ecosistémicos, vol. 56, 101447, ISSN 2212-0416, agosto de 2022.
Biología, Ecología
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